El hijo de Puskas 💒
Recuerdos de Lauros
La misión
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NO RECUERDO la fecha exacta en que mi padre me habló por primera vez de la misión, quizá fuera un lunes o viernes de pelota o boxeo en la Eu...
La Guerra de las Malvinas
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NO SE perdían un solo telediario, al que seguían llamando parte, y al contarme las noticias más sensacionales nunca se olvidaban de referirm...
Treinta grados bajo cero
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EL REY y ETA estaban unidos, los herribatecos y los peneuvistas eran lo mismo, Fraga y Felipe lo mismo: aquellos aldeanos no tenían duda de ...
Imposible subir a la luna en creciente
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HIGINIO ERA un aldeano feo y sesentón que vivía en el caserío Echebarri, un hombre silvestre con barba de cinco días, camiseta de tirantes y...
El niño que cogía las abejas con la mano
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LOS COMPORTAMIENTOS de mi padre y aquellos aldeanos geniales no respetaban las reglas de la verosimilitud y tampoco lo hacía yo, qué le voy ...
Mil bombarderos por minuto
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A LOS catorce años me levantaron el veto de la minoría de edad y comencé a participar en las conversaciones de alta política de los mayores....
Los negros no saben andar en bicicleta
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COMENCÉ A dominar las discusiones con mi verbo fácil y estadístico, cuajado de vocablos técnicos y frases subordinadas, y en muy poco tiempo...
El Partido
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EL PARTIDO dominaba también en Sondika, en Mungia o en Bilbao, pero allí sólo era un partido en minúscula que se ceñía a lo político. En Lau...
Pasiega
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AQUELLOS ALDEANOS me inculcaron con tal fuerza la idea de caserío como persona o deidad adorada, que a mi llegada a Madrid no pude soportar ...
Cómo cambiar de película sin que se enteren tu aita y tu ama
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ERAN LOCUACES y divertidos en euskera pero torpes y parcos en castellano, eficientes hasta la minucia en las labores del caserío pero limita...
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